Rodrigo Pineda
Gerente Energía Cummins Chile
Desde el surgimiento de la pandemia del Covid-19 que se han producido diversos cambios sociales que se vinculan con la tecnología y la innovación. El e-Commerce, la reconversión digital y el auge de nuevas plataformas de RRSS están modificando los paradigmas de nuestra sociedad, desde cómo nos comunicamos hasta qué contenidos transmitimos. Este momento de cambio a nivel mundial también ha estado muy influenciado por la concientización medioambiental en relación a todos los sectores productivos e industrias que conforman nuestras economías.
Es en este escenario en donde el hidrógeno verde se presenta como una oportunidad, un acelerador de positivos cambios para la reconversión de fuentes de energía, Chile podría convertirse en una potencia a nivel mundial en torno a la producción y exportación de dicho recurso de aquí al año 2050, el que además es calificado como una de las fuentes de energía más prometedoras en relación con los desafíos locales e internacionales para alcanzar la carbono neutralidad.
El desafío es hacer del hidrógeno verde una tarea concreta y viable para el país, buscando nuevas formas de acercar los beneficios de este recurso a la ciudadanía. Precisamente, alguno de los caminos a seguir debiese ser integrar el hidrógeno verde con la electromovilidad. Una de las nuevas posibilidades de ambos elementos está en el transporte, ámbito clave para la reducción de combustibles fósiles.
La industria de transporte europea está liderando este cambio, teniendo como uno de sus objetivosla utilización de hidrógeno en buses, trenes y autos. Sin duda, se trata de una revolución, cuyo éxito dependerá de cómo facilitar y habilitar la infraestructura necesaria para poder disponer de este combustible en distintos puntos del país.
Ya estamos en condiciones de imaginar un futuro con buses, camiones, grúas y otros vehículos eléctricos que utilicen hidrógeno como combustible. De ello dependerá nuestra capacidad para reformular -a través dela expertise de proveedores, transportistas y responsables de operaciones de diverso tipo-flotas de vehículos que hoy existen en industrias como la minería.
Hay muchos factores que determinarán qué tanto Chile es capaz de caminar hacia la ruta descrita. Primero, tenemos que ser realmente competitivos en bajar los costos de producción del hidrógeno verde. La meta al año 2030 es situarnos en US$1,5 por kilo de hidrógeno renovable, y apostar a cerrar lo más posible la brecha entre la paridad de precios con el diésel o bencina. Lo anterior, adquiere mayor urgencia al tener presente nuevos mercados que competirán codo a codo con nuestro país, entre ellos, el de países como Australia, Arabia Saudita y Países Bajos. El segundo desafío es avanzar en la integración de acuerdos de colaboración entre organizaciones públicas y privadas, y la academia, en torno a programas piloto que puedan mostrar sus primeros resultados en los próximos años. Finalmente, el tercer punto se vincula con la participación ciudadana, es decir, transmitir a la ciudadanía, en especial a las nuevas generaciones, cuáles son los alcances del hidrógeno verde y la electromovilidad, y cómo ambas fuentes energéticas también podrían ser fuente de crecimiento económico, laboral, y en forma integrada.
El potencial que tiene Chile de convertirse en una economía de hidrógeno es gigante, sabemos que más del 20% de la solución para ser carbono neutrales al 2050 es a través de esta molécula, pero es clave que se generen las políticas y espacios necesarios para impulsar este nuevo combustible en el país. Sin duda, estamos en el momento clave para transitar desde la teoría a la práctica, siendo más disruptivos que nunca y en beneficio de las chilenas y chilenos.
Fuente . VOXKOM